Leyenda Del Tequila.
En los tiempos míticos, los hombres tenían comida y maíz. Pero nada alegraba sus corazones, ni les hacía bailar o cantar; pues no tenían nada que les proporcionara placer o gozo. Y los dioses sintieron lástima por ellos. Comenzaron a discutir sobre qué sería mejor regalarles a los hombres. Unos pensaron en telas, para que les dieran calor en las noches, y alegría en los días con sus colores; otros, en comida dulce, otros en delicioso néctar; todos proponían, y no podían llegar a un acuerdo. Entonces el dios Quetzalcoatl recordó a Mayahuel.
Mayahuel era una joven diosa que vivía lejos, retirada de donde habitaban el resto de los dioses. A pesar de ser muy bella y deseable, estaba encerrada y apartada de la mirada de los demás; pues su abuela era un tzitzimitl, es decir, un demonio celestial de la oscuridad, que cuidaba celosamente de la virginidad de su joven nieta.
Además de sus virtudes personales, Mayahuel tenía una planta mágica, que daría no sólo alegría, sino techo, comida y bebida, y muchos dones más a los hombres; tal era su magia. Así que el resto de los dioses encomendaron a Quetzalcóatl la misión de traerla.
Éste, transfigurándose en viento, fue hasta donde estaba encerrada Mayahuel, y con suaves palabras, la convenció de que la acompañara al mundo de los hombres y compartiera con ellos su planta mágica.
El riesgo era muy alto; pues huyendo no sólo enfrentaría la ira de su abuela, sino también la de sus hermanos, vengativos y poderosos. Pero la apostura de Quetzalcóatl logró penetrar en el corazón de la doncella, que finalmente aceptó fugarse de su prisión. En su huida, ambos dioses, se enamoraron, prometiéndose amor eterno en cuanto hubieran cumplido la misión de dar la planta mágica a los hombres.
Estando en la Tierra, se dieron cuenta de que eran perseguidos por los hermanos de Mayahuel, enviados por su malvada abuela, desesperados, buscaron dónde esconderse; Mayahuel, desesperada, hizo que tanto ella como Quetzalcóatl tomaran la forma de su planta mágica; y bajo esa forma quedaron, esperando no ser encontrados.
Llegaron a donde ellos los temibles tzitzimitls. Sólo vieron plantas y piedras. Buscaron y buscaron, pero no hallaron ni rastro de los fugitivos. Estaban por retirarse, cuando el hermano menor notó una planta diferente a las otras: era la planta mágica de Mayahuel; que hoy conocemos como Maguey o Agave.
Cuando la vieron de cerca, reconocieron a su hermana; y cruelmente, arrancaron la parte de la planta en que estaba convertida, y la destrozaron. Cuando su furia cesó, los tzitzimitl se marcharon. Entonces Quetzalcóatl, que se había salvado, pues su parte de planta no fue tocada, recobró su forma. Tomó los restos rotos de lo que había sido Mayahuel, y con sumo cuidado y cariño, la sembró; regándola todos los días con su llanto. De esos restos resurgió la planta mágica, pero no pudo nunca recobrar su forma humana-divina; quedando Mayahuel convertida para siempre en el sagrado Maguey. Y desde entonces, el maguey llora lágrimas por su amor; lágrimas que son el aguamiel, néctar del que se obtiene las divinas bebidas de los dioses que son el pulque, el mezcal y el tequila.
De esta manera el Maguey planta de los Dioses obsequia a los hombres terrenales desde tiempos ancestrales dulce aguamiel, el fresco Pulque y otras bebidas, como Tequila o Mezcal, de igual manera de su penca se pueden obtener fibras, para hacer tela, y agujas para coserla; cuerdas, papel, e incluso techo y vigas para las casas; peines para embellecer a las mujeres, tambores para bailar y flautas, que endulzan el corazón; también pueden convertirse o ser parte de deliciosas comidas, alegrando al cuerpo. Por eso los hombres veneran al Maguey, don de los dioses.